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| Aureliano Marín |
[Sus Obras (8)]
Biografía
(Córdoba, Argentina, 1974))
Contrabajista, cantor, compositor.
Transcribimos una entrevista realizada por el periodista Mariano Del Mazo en el Diario Clarín, en junio de 2005:
En el corazón de Boedo, en un local sin pretensiones pero con buenas empanadas, un cantor desafía las inclemencias del otoño más gris del siglo. Son las once de la noche de un viernes de junio, llovizna y la calle es una postal de la desola ción. A una cuadra y media turistas brasileños se emocionan en la esquina de Manzi y preguntan qué quiere decir terraplén. Aquí, en Pan y Arte, algunos pocos parroquianos escuchan a Aureliano Marín, uno de los secretos más misteriosos del tango, un morocho de mirada torva y luminosa a lo Chico Buarque que a los 31 años está ensanchando su modesto fenómeno gracias a un boca a boca persistente como el mal tiempo.
Su fórmula es extraña: canta con una impostación exacta, un fraseo medido y una voz grave y clara mientras toca el contrabajo delante de un piano y una batería jazzísticas. Su historia es aun más extraña.
Aureliano Marín nació en Córdoba. Hijo de una ama de casa y un padre "busca", define su infancia como "discretamente feliz". La primaria la hizo en la escuela con orientación musical Domingo Zipolli. "En mi adolescencia me puse a estudiar guitarra. Entré en la escuela artística La Colmena y comencé a escuchar jazz y rock. Tuve mis grupitos. A mí ya me gustaba el tango, pero no me daba cuenta. Mi entorno era jazzero y rockero. Yo estaba buscando mi personalidad."
Comenzó a tocar el bajo, a crecer, a conocer mujeres. Y se volvió cuartetero, una especie de fatalidad para todo músico cordobés que necesita trabajar. "Salí con Chévere y después con Trulalá. ¿Vos sabés lo que es eso? Una locura. Tenía mucho trabajo, una guita estable y todo lo que te imaginás. Laburar en el cuarteto es cómodo de alguna manera. Pero yo lo vivía mal. No quería eso para mí. En medio de las giras, en los hoteles, escribía las partes musicales de lo que yo imaginaba el grupo de mis sueños: piano, batería y contrabajo. Lo que tengo ahora."
Hace un año Aureliano tenía pensado irse de vacaciones a Bahía, Brasil. Debía pasar por Buenos Aires para hacer unos trámites; después, Ezeiza y su ruta. "Yo tenía un disquito grabado. No sé por qué, lo mostré acá, en Pan y Arte. Me ofrecieron laburo y bueno, me quedé. Mandé a buscar el contrabajo de Córdoba, encontré un buen pianista y un buen batero. Y acá estoy".
Todo lo que contás aparece como casual. Sin embargo, tu música y tu voz suenan muy depuradas, pensadas.
Son muchos años de tener una idea en la cabeza. Yo escribo todo, no improvisamos nada. Mi voz... no sé. Yo siento que el que me enseñó a cantar es Roberto Goyeneche. Mi estilo se desprende de él. Después Rivero, Floreal Ruiz, Marino...
¿Gardel?
No. Gardel no.
La tonada cordobesa se cuela en los momentos más inesperados. Como ahora, que en el intervalo del recital se acerca a conversar. Y dice: "A mí me gustaba Scott Henderson, John Scofield, esa gente. Una tarde, en Córdoba, escuché en la radio a Cafrune. Me compré un casete que no podía dejar de escuchar. Me preguntaba: ¿Cómo este hijo de puta me puede estremecer así, con dos notas? Busco eso, la simpleza, lo esencial. Es supercomplicado llegar ahí".
Ahora queda solo, con una guitarra criolla. La gente deja de comer. Aureliano Marín canta que da gusto: valsecitos como Flor de lino, Absurdo; tangos como Mariposita, Maquillaje. "La otra vez me pidieron Caserón de tejas. Y no, no lo hago. Me parece un vals demasiado feliz. Yo elijo las cosas porque de algún modo me han ocurrido a mí".
Dice que lo han llegado a "acusar" de joven, "como si por ser joven uno no pudiera sentir nostalgia o tristeza". Y que está buscando paz. "Por esencia soy descontrolado, pero ahora estoy mejor". Dice que convivió con dos mujeres ("en diferentes momentos, claro") y que tiene un hijo, Marcos, de ocho, que lo tiene totalmente "estúpido ". "Que mi hijo esté en Córdoba y yo acá me mata. Cada quince días viajo a Córdoba para estar al menos un ratito con él".
"Me pasaron muchas cosas en la vida. Todas quiero capitalizarlas para mi música. Creo que tener una vida desordenada te profundiza las emociones. Y digo creo, porque no tenga nada muy en claro. Lo único que tengo claro es lo que canto y cómo lo canto. Mi verdad está ahí, en el escenario. No hay otra"
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